martes, 6 de diciembre de 2011

MARATÓN DE LISBOA

Una muesca más y van 6, más 2 ( los 101 cuentan por 2), el sexto maratón fue Lisboa. El maratón de la sonrisa. El primer maratón familiar, cuya compañía lo hizo más bonito con sus pancartas, su aliento. Y la sonrisa que no perdimos ni en los momentos de sufrimiento que siempre los hay en el maratón.

Un maratón se parece a una vida: hay que cuidarse en la preparación como en el embarazo ( en este caso de 4 meses), cuidar la alimentación, cuidar el cuerpo, mantener reposo durante el tiempo exigido, hacer el ejercicio cuando se debe, ser disciplinado, cuidar la espalda.

Y el día del maratón nacemos, frescos, ilusionados, sonrientes, jugando con la carrera, saludando, chocando manos, gastando bromas.  En el medio maratón, lo mejor de la vida, sensación de haber disfrutado del camino, y sensación de poderío.  Pero llega el momento de la verdad, y a pesar de habernos sacrificado y hechos los deberes durante 4 meses, la carrera, nos iguala. Da igual la formación, la procedencia social, la carrera como la vida, nos iguala a todos y nos baja los humos. Toca sufrir, y aquí será la fortaleza mental, la filosofía de vida, la capacidad de sufrimiento y la compañía que hayamos cuidado, la que nos acompañará y nos ayudará.

Y llega el final, la satisfacción, el abrazo, los besos, el buscar a ese compañero de carrera que vi sufrir y no conocía de nada, pero ya nunca se me olvidará. La cara de los hijos llena de satisfacción, sus ojitos asustadizos si mostramos nuestro dolor. La sensación de estar anticipándoles nuestra herencia con nuestro ejemplo. Ese "Papá, te quiero" que suena mejor, parece que hace ECO.

El aplaudir a los que llegan después, el susurrar, "esos son los verdaderos campeones", el solidarizarse con el sufrimiento.

Y luego la resaca: el subir las escaleras de espaldas, las articulaciones engatilladas, las ampollas con sangre, la sed, y pocas ganas de comer, el rechazo de la comida grasa, y la sensación del deber cumplido.

Yo tuve suerte, tanto en la vida como en la carrera; me regalaron la mejor, mi familia y mi compañero de fatigas, correr y vivir, con quien puedes callar, hablar, sonreír y llorar, ser sentimental, reinventar el mundo, filosofar, simplificar lo que tenemos, enamorarnos de la vida, sacar ilusiones de la chistera, crear nuestra propia utopía, prejubilarnos para vivir la vida y contar con su fidelidad,... ¡guau!, un lujo: Gracias Xavi.





Y esta vez la guinda la puso Eugenio, que nos regaló su compañía, y es el culpable de este bendito "gusanillo".

Un maratón... Una ilusión... ¿Próxima estación? .... who knows?  pero la habrá, sin duda.

1 comentario:

  1. Enhorabuena a los tres!!! Al leer el relato se me pone la piel de gallina, voy haciendo mios esos sentimientos del maratón. Ángel

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